Considere un niño que justamente está aprendiendo a ver. Imagine que su atmósfera emocional en casa está llena de enojo, discusiones y pena. Los padres pelean, quizá están divorciándose, y el bebé está preso en medio de una ansiosa y enfadada batalla conyugal. Este es un ejemplo extremo para que sintamos claramente cómo el entorno emocional afecta los hábitos visuales.
Naturalmente, el niño responderá a esta agitación con susto. Su propia seguridad está amenazada por la inestabilidad de los padres y así, un estado general de miedo se apoderará de su cuerpo.
El bebé estará asustado por un medio fuerte, violento, ansioso, descariñado. En lugar de una experiencia visual placentera, segura y seductora, el ambiente se percibirá amenazante, peligroso, como algo a ser evitado.
Así que cuando el cerebro aprende a dirigir los músculos oculares, la atmósfera emocional afecta este aprendizaje con un patrón de evasión. Un simple cambio de enfoque cerca-lejos es influenciado por lo que el bebé ve a la distancia. Si esta mirada se asocia con acontecimientos de miedo y tensión, entonces tal enfoque resulta problemático.
Otro aspecto fascinante se relaciona con la experiencia real de cambiar la vista de un objeto a otro. Si nos sentimos cómodos en nuestro medio, si no hemos desarrollado temor por el mundo externo, entonces mirar en una nueva dirección, hacia una nueva experiencia visual, es una actividad placentera y hasta excitante. El mundo siempre es interesante y estimulante cuando cambiamos con frecuencia nuestro enfoque para ver las novedades a nuestro alrededor.
Para muchos, este cambio se asocia con incertidumbre, inseguridad y hasta pesimismo. En especial en edades tempranas, si tuvimos muchas experiencias de reenfoque en las que encontramos algo amenazante, realizamos los movimientos visuales con aprensión y no con interés. Como consecuencia tendemos a reducir tales movimientos para impedir el ingreso de nuevas escenas y evitar experiencias negativas.
Crecer es una bendición mixta para todos; siempre hay una cierta cantidad de traumas, temores y ansiedades en la niñez. Cada uno se protege de ellos con sus propias defensas y hábitos. ¿Cómo estos sucesos pudieron alterar su visión?
Y más importante aún, ¿cómo puede superar esos viejos hábitos para que su experiencia visual de ahora sea más placentera y eficiente?, es una de las preguntas que el Programa Holístico que ofrezco quiere contestar.
Don Lebi
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